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Diego Donner

Artista plástico de gran trayectoria.

ANÁLISIS TEÓRICO DEL ARTISTA SOBRE SU OBRA

Plantear un análisis teórico sobre la propia obra no es algo fácil. Especialmente cuando se ha elaborado todo en sistema de expresión que se apoya en la creación y comunicación visual, no-racional, subconsciente y simbólica.

Eso no significa que con mis cuadros, por medio de la materia organizada en dos dimensiones (y un poco en tercera dimensión) intente comunicar algún mensaje en concreto, eso lo dejo para la libre interpretación subjetiva del observador, aunque considero que la “interpretación” no es algo necesario en una propuesta plástica.

Lo que quiero decir es que como pintor, me siento cómodo en el ámbito de la comunicación no verbal, la creación muda, silenciosa, la que habla por si misma con el lenguaje de las sílabas no pronunciadas, de las imágenes paralizadas en el tiempo.

Hay quienes encuentran una simbología mística oriental en mis cuadros, pero no creo que sea así necesariamente. Es cierto que me siento atraído por cierta espiritualidad que se manifiesta en Oriente, pero pienso que algunos símbolos muy sencillos que se utilizan allí no son otra cosa que reflejos gráficos de los arquetipos más profundos de nuestra psique y espíritu humanos. Además, encontramos símbolos si no idénticos, similares, en muchas otras culturas de todos los tiempos a lo largo y ancho del planeta, especialmente en América precolombina.

De todas maneras, ese tipo de simbología solo aparece esporádicamente en mis cuadros, en realidad prima rotundamente la abstracción, el graffiti, el trazo gestual; el “action painting” se podría decir, es lo que gobierna mi quehacer.

Es así que los grafismos que utilizo no son patrimonio de ningún sistema en particular, sino elementos reintegradores surgidos de nuestro inconsciente colectivo (que puede ser menos inconsciente de lo que parece)

Es por eso que al ir creando un cuadro paso por experiencias que van desde el placer sensual de utilizar los materiales y la absorción de la vista concentrada, a la armonización de mis propias energías opuestas interiores, en el proceso mágico del reflejo adentro-afuera, hasta por ejemplo la simple curación de un dolor de estómago por la acción dinámica del brazo.En resumen, puedo decir que veo la pintura y el arte en general como un intento terapéutico de curación a varios niveles, donde no se excluye una transformación profunda, tanto de quién lo crea como, sería lo deseable, de quién lo contempla. Dada la técnica que uso, además de las fuertes texturas que la caracterizan, intervienen múltiples veladuras acuosas, en cuyo proceso protagoniza mucho el azar, actuando a travéz de la fuerza de gravedad, la manera en que se deposita la pintura, la libre aleación de los pigmentos en su liquidez, sus diferentes tiempos de secado, y otros factores, que permiten que el acto de pintar se convierta en un diálogo íntimo y un trabajo en equipo con la obra que se va formando, donde cada resultado aporta lo suyo y muchas veces señala el camino a seguir. No dudo que en su forma definitiva la obra de alguna manera tenga vida propia, y esto sea quizá, lo que capta el espectador, y pueda sentirse atraído.

Es importante el acto de crear en tanto tienda a tener un resultado tangible en todos sus niveles de realidad.

Por ejemplo en el ámbito de la vivencia del tiempo, que como tantas otras experiencias es de neto carácter subjetivo, cuya percepción resulta tan ligada al proceso del pensamiento con su egótico regimiento de preconceptos y caminos tendenciosos. Tenemos la opción de abandonar los vicios analíticos apoyados en pasado y futuro, juicios del pensamiento condicionado, encadenamiento muy limitado de las ideas, y sencillamente entregarnos al presente, con el vehículo del hacer, con la ocupación total de los sentidos en su absorción estética, con la labor, con la experiencia y el oficio.

Además, inseparablemente a la abolición del tiempo, se ve aniquilada la vivencia del espacio, ya que el eterno Presente existe íntegro en todas sus direcciones y dimensiones.

Es recién allí cuando la creación artística, (ó cualquier otra actividad), se transforma en verdadera meditación, transformación, verdadera terapia, ó verdadera curación; de donde derivan bienes duraderos.

Sin duda que hay en la entrega y el amor a lo que uno hace, una clave para el largo camino del crecimiento, y para la lenta y ardua comprensión de cuál es nuestra verdadera escencia.

Diego Donner

Montevideo, Año 2001

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