Por Alfredo Civitico Proyecto ArteFeria se llevó a cabo en la ciudad de Montevideo del…
Descubriendo Museos
CHELSEA HOTEL
El Hotel Chelsea de Nueva York, al cual podemos referirnos casi como un museo, es un lugar mágico cargado de intrigas y anécdotas y por encima de todo se trata de un gran batallador contra piquetas y aplanadoras.
Sin dudas el Chelsea Hotel, podríamos afirmar que tiene “un dios aparte”.
Parte de la historia de la ciudad ha pasado por sus habitaciones.
Ha sido habitado por grandes personajes que nombrarlos sería abusar del tiempo de lector.
Mark Twain, Isadora Duncan, Leonard Cohen, Tennessee Williams, Simone de Beuavoir, Paul Sartre, entre otros tantos escritores.
Haberme pasado una horas allí ha sido una de las más fuertes experiencias que tuve en esta ciudad la cual sentía que me susurraba al oído varios de sus secretos.
Desde el momento cero en que puse un pie en su palier, invitado por Gabriel Marchisio, sentí un gran sacudón a la vez que una fuerza que me atrapaba.
Tenía otros planes para la tarde, pero opté por quedarme allí.
El sofá del hall de ingreso, enseguida me hizo suyo y delante de mi, comenzaron a danzar almas inquietas de un lado al otro en una fiesta total en pleno jolgorio.
El Chelsea, compuesto por doce pisos, fue el primer edificio que se enumeró como lugar cultural y edificio histórico, habiendo sido el más alto de la ciudad hasta 1902 .
Otro dato no menor, es que el nombre del barrio Chelsea fue tomado del hotel y no viceversa.
La historia del hotel se remonta a fines del siglo XIX cuando se acabó de construir en 1884, con el fin de albergar una cooperativa privada, convirtiéndose en hotel con el cambio del siglo en 1905.
Su estilo es bohemio y charmoso, así como glamuroso y de mal gusto, cómo lo definieron en una nota.
Es también lúgubre pero enormemente seductor. Tampoco es para todo el mundo
Estaba situado en el barrio de los teatros de la época, por lo cual recibía a escritores, músicos, pintores y demás personajes de la cultura en general.
Fue en el Chelsea donde Lizzie Bliss y Abby Rockefeller, la gran mecenas de Diego Rivera, acudieron allí para tomar lecciones con el misterioso artista Arthur B Davies, para analizar su colección de artistas europeos donde habían obras de Picasso y de Cezanne, entre otros, así como para planear la creación del Museo de Arte Moderno (MoMA) que Abby fue fundadora.
De las paredes del hotel cuelga un cuadro junto al otro, resto de una colección de la cual los mejores componentes fue rematados en millones de dólares.
La Gran Depresión de 1929 llevó al Chelsea a la bancarrota y fue comprado en 1946, a cambio de una canción, por un sindicato de inmigrantes húngaros encabezado por el hotelero David Bard, quien se convertirá en su loco promotor, llevándolo a otros rumbos que le dieron popularidad. Fue Bard quien le abrió las puertas a varios personajes de la cultura y la bohemia algunos quienes tenían prohibido el ingreso a otros hoteles, como Tomas Wolfe quien era famoso por las peleas que tenía con su esposa o las noches de insomnio donde se paseaba por los corredores del hotel recitando en voz alta.
Pero la etapa más caótica fue cuando Brad le cedió el control del hotel en 1955 a su hijo Stanley quien con ninguna capacidad administrativa y de dirección, pasó el mismo a manos de los artistas residentes.
Stanley Bard, administraba el lugar de acuerdo a sus propias reglas, seleccionando a los inquilinos como si el hotel fuera su proyecto de arte personal y les cobraba a todos dependiendo de la cara de cada uno.
Seguramente la mayor popularidad que logró el Chelsea Hotel fue a través del escritor Arthur Miller, quien a partir de su separación en 1969 de Marilyn Monroe, se mudó para allí.
Milos Forman, Uma Thurman y Jane Fonda, fueron algunos de los actores que también pasaron por el hotel.
Entre los músicos podríamos nombrar a Patti Smith, The Ramones, Bob Dylan, Madonna, Edith Piaf y hasta Bob Marley entre una larga lista.
Pero también no podemos dejar de recordar a otro famoso huésped como lo fue Jackson Pollock, quien realizó su primera exposición de pinturas donde hoy se encuentra uno de los restaurantes, y donde estuve sentado degustado un bourbon, whisky exclusivo de los Estados Unidos, bebida aromática y acaramelada que encontré oportuna para brindar con las “almas”.
También pasaron por sus habitaciones Yves Klein y Jean Tinguely, quienes crearon el “Chelsea Hotel Manifesto” y Homenaje a Nueva York.
Reconocí una pintura en los corredores de Niki de Saint Phalle, quien fuera mujer de Tinguely.
Otro huésped que solía alojarse allí cuando venía a New York, era Salvador Dalí. Mantenía un vínculo sentimental con la artista australiana Vali Myers (1930-2003) quien vivía allí.
El rey del pop art, Andy Warhol tampoco faltó a la cita. Allí dirigió en 1966 «The Chelsea Girls».
Pero la lista es larga y por sólo citar a algunos podríamos enumerar a Christo, Robert Mapplethorpe, Henri Cartier Bresson, Jasper Johns, Willem de Kooning, Francesco Clemente, Frida Kahlo, Diego Rivera, Antonio Berni y sin olvidarnos de nuestro compatriota Gabriel Marchisio. quien vivió allí durante tres años.
Asimismo el Chelsea Hotel ha sido motivo de inspiración de varios libros, películas y canciones.
Hay quienes dicen que varios espíritus deambulan por las habitaciones.
También hay suites de grandes dimensiones con tres habitaciones donde viven personas en forma permanente.
Sentarse en el hall es sorprendente pues por allí pasan todos sus habitantes, muchos de ellos añejos y algunos con perros.
Sarah Bernhardt trajo su tigre el cual afilaba sus uñas en las cortinas del lobby.
También hubo quien tenía una pitón de dos metros y medio de largo así como un mono para el cual se había montado una especie de selva, en la azotea del edificio.
Claes Oldengerg, John Cage fueron otros de sus huéspedes donde siempre estaban envueltos en estupefacientes que se apoderaban del hotel y los traficantes lo habían convertido en un reducto.
También fue ámbito del movimiento punk con sus bandas musicales y pinturas graffitis.
El asesinato de Nancy Spungen, en supuestas manos de su novio Sid Vicious (Sex Pistols), quien la habría apuñalado, aunque no está comprobando, así como su propia muerte por sobredosis a los pocos meses en la prisión.
También la muerte del ícono gay y cantante Jobriath quien murió de SIDA allí, fueron la sentencia de muerte del hotel.
Stanley Bard no tenía la capacidad de manejo y así el hotel a mediados de la década de los 70, comenzó a deteriorarse cayéndose a pedazos poco a poco.
Finalmente en 2007, los empleados del
hotel lo retiraron a Stanley del cargo de director y en 2017 falleció.
En 2011 se vendió en 100 millones de dólares pero su nuevo propietario no logró encauzarlo y lo revendió al poco tiempo.
En 2016 lo compró la cadena BD Hotels, especialistas en hoteles boutique, por 250 millones de dólares y son quienes actualmente están luchando para convertirlo en un hotel.
Pero el Chelsea no es fácil y se revela constantemente para mantener su repitió de rebeldía bohemia.
Luego de haber estado abandonado por más de diez años, sus nuevos propietarios lo están convirtiendo en un hotel de lujo.
Las habitaciones no son para el bolsillo de todos los turistas, pero las instalaciones distan aún de pertenecer a un hotel de lujo. Aún están en dos estrellas, pero pasar allí unos días es una excelente forma de darse la mano con la historia.
El Chelsea Hotel volvió a tomar aire y luego de haber estado bajo el efecto de una gran sobredosis, reabrió sus puertas al público aunque mantiene algunos de sus viejos inquilinos quienes en su mayoría están de acuerdo aunque hay otros que no y han iniciado demandas por los ruidos y demás problemas que la remodelación les causa.
El bar El Quijote que forma parte del hotel, hoy día es un reconocido lugar gourmet.
La escalera principal del Chelsea, merece una atención especial y los bares del hotel son fuera de serie.
Creí sentirme envuelto en una película similar a Medianoche en París de Woody Allen.
Debería de regresar para ver si aún están aquellas personas con las que conversé.
Uno de los mozos es escritor y se está ocupando de recolectar las historias del lugar, aunque hay libros y películas del hotel.
Otra moza es cantante con reconocimiento en La Voz.
Es una cita obligatoria para quienes quieran congeniar con la ciudad y está ubicado en el 222 W 23 St. entre las avénidas Séptima y Octava.