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LO QUE NO VEMOS, LO QUE EL ARTE VE

Recorriendo mi Bibliotecapor Daniel Benoit Cassou

Desde la irrupción de Marcel Duchamp (Francia, 1887-1968) en el medio de las artes plásticas, quien repudiaba el arte retiniano, la función del arte ha venido sufriendo grandes cambios en detrimento de la función estética.

En forma acelerada desde finales del siglo XX, casi que a la par del postmodernismo, artistas de diversas nacionalidades han estado utilizando las plataformas del arte sean ferias, bienales y otras alternativas de exposición presenciales y virtuales, para realizar reclamos dentro de las diferentes áreas.

La ecológica junto con la política, son los escenarios que más permeabilidad han dado al arte para hacer notar el espectador en general, reclamos que se perciben a través de la visibilidad que logra el arte por encima de otras alternativas.

Ya Paul Klee decía que “el arte no reproduce lo visible, sino que hace visible lo que no vemos”.

El arte, desde su concepción propone al espectador otra mirada, otra postura frente a la vida cotidiana. De esa forma las obras de arte son percibidas con otro tiempo diferente al que solemos usar para mirar otras instancias o elementos en general.

La obsesión por volver visible lo invisible, ha llevado al artista a recurrir tanto a telescopios, microscopios así como a rayos X sin dejar de lado las cámaras fotográficas masivamente usadas.

Aquello que está en peligro, echa manos al arte para lograr salvarse.

Hace pocos meses tuve la oportunidad de realizar una residencia artística guiados por el zoólogo Fabricio Scarabino, quien nos decía la importancia de la actuación de los artistas para lograr la visibilidad de situaciones límites de la naturaleza que necesitan ser consideradas procurando su cuidado, salvación y en algunos casos recuperación evitando perecer y desaparecer del ámbito natural en el cual se ha desarrollado.

Lamentablemente también se ha abusado del ámbito artístico como han sido los reclamos de activistas que han llevado a cabo manifestaciones en los museos violando el estado de las obras de arte contra las cuales arremeten violentamente.

El arte actúa como medio reorganizador dentro del campo de lo visible, modificando lo visible, así como la forma de percibirlo.

Graciela Speranza nacida en Buenos Aires en 1957, se desempeña como crítica, narradora y guionista de cine, y ha escrito este libro el cual transita a través de un análisis pormenorizado de artistas que se manifiestan a través de obras de arte en diferentes soportes a modo de reclamos. 

Para ello, Speranza se ha valido de varios ejemplos de artistas unos más conocidos que otros.

Esa luz necesaria que la crítica aporta al medio, es de suma importancia a la hora de abordar las salas de arte más destacadas dentro del ámbito internacional del arte. 

Su ponencia parte del análisis de la que fuera una de las obras mas controvertidas de Francisco de Goya (España, 1746-1828),  como es “Perro semihundido” que formaba parte de las “pintura negras” que el pintor realizó sobre las paredes de su última morada, llamada la Quinta del Sordo.

A partir de allí, la escritora va analizando distintas circunstancias desde el punto de visto artístico en un largo recorrido de diferentes artistas.

Para ello, Speranza, trabaja bajo el concepto del Antropoceno, sustento básico de su análisis, donde la humanidad se ha convertido en una fuerza geológica que rivaliza en potencia con los fuerzas naturales, eje de la mayoría de las propuestas artísticas que reclaman grandes cambios. 

Partiendo de este concepto, el hombre a diferencia de lo que ocurriera en épocas pasadas, ya no se siente empequeñecido frente a las manifestaciones de la naturaleza, sino que las desafía, lo que sumado a la adición a la tecnología, le ha llevado a convertirse en un inadaptado en el mundo natural.

Speranza recurre a obras diversas como es el caso de la artista Via Celmins (Letonia, 1938), quién se viene ocupando de fotografiar océanos, cielos nocturno, desiertos y otras manifestaciones de la naturaleza de las cuales hemos pasado de ellas. Esta artista busca, retratando estas manifestaciones naturales, reinventar la relación del hombre con lo visible y cotidiano, presentándolo como algo inaudito.

Alicia Kwade (Polonia, 1979), representa galaxias llevando el cosmos a la escala humana para también sorprender al espectador indiferente al entorno que lo rodea. Kwade viene poblando con sus cosmos lugares significativos dentro del arte como la terraza del Metropolitan de New York o Place Vendôme de París donde actualmente está exponiendo.

Otro gran artista que Speranza utiliza para analizar su propuesta es Tomás Saraceno (Argentina, 1973)  quien se ha destacado con sus puestas en escena plagadas de arañas que tejen sus telas. Esta muestra apela a interrogar al ser humano quien se apropia de cuánto espacio vacío encuentra, expulsando a todos sus habitantes 

¿La arañas vivían en su casa o era él el que vivía en la casa de las arañas?”, cuestiona el artista quien ha realizado muestras en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, en el Palais de Tokyo de Paris, con una muestra titulada “Como atrapar el universo en una telaraña”, donde pobló las salas con mas de 7 mil arañas para que hicieran suyo el lugar, el cual luego en penumbras es recorrido por los visitantes de los museos.

La lista de los artistas que aborda Speranza es larga pero no acaba allí sino que también recurre a escritores como es el caso de Jenny Offill (Estados Unidos, 1968) o la polaca Olga Tokarczuk (1962), Premio Nobel de 2018, quien en sus novelas considera que nunca el hombre ha tenido que enfrentarse a una forma de exigencia tan agresiva como la actual, donde el principal enemigo del mundo es la bolsa de plástico, “especie artera, agresiva y resistente que campa por desiertos y ciudades, invadiendo el mundo como una plaga”, amenazando arrebatarle el planeta al hombre que la ha creado hace menos de un siglo.

En el libro Speranza cita también a Susan Sontag, Nicolas Bourriaud, Walter Benjamim, al arquitecto artista Rem Koolhaas y al crítico de arte mas importante de The New York Times como es el caso de Holland Cotter, entre otros teóricos.

Otro tema que la escritora analiza es la invasión desmesurada de imágenes que ocupan nuestras redes donde solo accedemos al 1% de la totalidad que circulan

El arte no solo puede volver visible lo que no se puede ver, puede incluso volvernos invisibles y sustraernos de las redes que cada vez nos absorben y controlan mas.

Las imágenes nos atrapan cuál tela de araña y nos atraen para extraernos datos convirtiéndonos en individuos invisibles que forman bancos de datos con diversos y desconocidos usos.

Para cada caso, Speranza recurre a algún artista a modo de ejemplo, que facilita el entendimiento.

La cultura digital nos incita al exhibicionismo a la vez que ha publicar nuestra vida privada, sin saber a donde nos conducirá todo ello, para lo cual el arte analiza a través de diferentes propuestas, mas que otorgando respuestas, plasmado las dudas en los espectadores.

De esta forma y a través de este largo análisis, Speranza concluye que “el arte puede volver visible la infinitud de los cielos estrellados y también recalibrar el lugar del hombre en el cosmos” a través de distintas manifestaciones artísticas en diferentes escenarios.

El arte puede tender redes con otras especies y provocar diálogos con la naturaleza que nos permitan ser mas respetuosos y tomar mas nota de ella a la hora de vivir sobre un planeta que no nos pertenece, sino que compartimos con otras especies animales y naturales.

También el arte puede ser un aliado a la hora de revelar verdades sobre lo real en un imperio dominado por las “fake news”, donde lo real parecería estar desapareciendo u ocultada detrás de visos de otras realidades 

¿Qué alternativas puede tener el arte frente a la escala inconmensurable de las catástrofes y el sufrimiento humano, o frente a la postura antropocentrista?, son algunas de las preguntas que transitan por las salas de arte dentro del escenario internacional. 

Es así que las nuevas manifestaciones del arte nos invitan a mirar, mas bien a volver a mirar, o a repasar las cosas y a correr el velo que ocupa una realidad que cada vez se hace menos perceptible en un escenario donde la pintura de Goya del “Perro semihundido”, retoma fuerza y vigor para seguir cuestionando nuestro futuro a corto plazo incierto.

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