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Necesarios Mecenas KURT SPEYER
por Daniel Benoit Cassou
Al momento de redactar esa nota dudé si clasificarla dentro de mi columna “Revisando mi Biblioteca”, pero finalmente opté por dar preponderancia a lo que realmente significó este precursor comercial dentro del mercado del arte nacional.
Kurt Speyer forma parte de los destacados mecenas que contó nuestro país en materia artística junto con Fernando García Esteban (Montevideo, 1917-1982), ambos por cierto olvidados a la hora de redactar nuestro devenir artístico y con necesarias revisiones que los mantengan vigentes.
Como bien lo dijera Julio María Sanguinetti en el prólogo de esta edición, sin la participación de ciertos mecenas galeristas como fueran los casos de Daniel Henry-Khanweiler (no Khanweller como figura en el libro), Paul Durand-Ruel y Ambroise Vollard, las distintas corrientes que ellos promovieron desde el impresionismo hasta el cubismo, no hubieran siquiera podido sobrevivir y hoy estaríamos hablando de otros artistas.
A partir de la iniciativa de quien fuera uno de sus colaboradores y amigo, Pablo Marks, que luego se independizó abriendo su propia galería de arte, y con la redacción de Oscar Larroca, dieron a luz un formidable y necesario homenaje a este gran galerista con el cual los artistas comenzaron a recorrer un nuevo camino.
Hasta el ingreso de Speyer en el mercado del arte, las obras estaban destinadas a cumplir con un aspecto social restringidas a cierta elite, donde las mismas debían de cumplir con un rol que engalanaba el prestigio de su propietario y las casas de subastas suplían la actividad de las galerías malvendiendo las obras de arte.
De esa forma, varios artistas perdían la posibilidad de poder acercarse al público en general y eso les impedía poder vivir de su trabajo.
Se le daba protagonismo a los artistas fallecidos de renombre, así como también a las pinturas de artista extranjeros.
Kurt Speyer partió de un ámbito netamente comercial. Formaba parte de un negocio donde el protagonismo estaba marcado por la venta de las lapiceras fuente siendo el representante de varias marcas prestigiosas.
Este hombre emprendedor e inquieto y luego de una charla casual con Manolo Lima (Rocha, 1919-1990), decide abordar la venta de cuadros, básicamente.
En un encuentro en la calle donde Manolo venía con un cuadrito bajo el brazo, se queja de que no tenía forma de comercializar sus obras, y es allí que a Speyer se le ocurrirá comenzar a representar artistas con la consigna de tener exclusividad de su obras en Montevideo y siempre que los artistas uruguayos por cierto, estén dispuestos a cobrar sus trabajos en parcelas mensuales.
A partir de su decisión de llevar adelante la comercialización de obras de arte en 1958, comenzó a estudiar en forma constante sobre estética, crítica especializada e historia del arte hasta que en 1960 inaugura su galería llamada Bruzzone con una muestra individual de José Echave (Salto, 1921-1983), con la curadora de Luis Novas Terra.
Luego de la llegada al mercado en 1976 de los bolígrafos mecánicos, Speyer de dedicará en forma exclusiva a su galería de arte.
A la hora de escoger artistas, Speyer se asesoraba con amigos dependiendo del estilo de cada obra. Si tenía que evaluar una obra abstracta, contaba con el análisis de José Pedro Costigliolo y Nelson Ramos, y así en otros casos hacía uso de otros asesores.
Es así que Speyer, va a cambiar el giro de su empresa para dedicarse a la venta de obras de arte que comercializó en su Galería Bruzzone desde 1960 hasta 1990.
Montevideo no contaba con ese tipo de mecenazgo aun. Speyer de esa forma comenzó a vender pinturas en cuotas llegando a un público masivo que hasta ese momento no se atrevía siquiera a pisar una galería, ámbito reservado a cierta elite social. Ejemplo de ello es la venta de un cuadro que realizara a un mozo de un bar, quien le pagó la obra con el producido de sus propinas de un año.
“Speyer consideraba que el arte no debía de ser un objeto suntuario y exclusivo para una elite adinerada, razón por la cual intentó “democratizar” su expansión a todos los hogares de cualquier clase social”, cita textual de Larroca.
Se ocupó como todos los grandes galeristas mecenas, de velar por las vidas de sus proveedores con quienes pautaba previamente acuerdos comerciales verbales, donde los artistas se comprometían a trabajar en forma constante y continua, a no vender a través de otros agentes de arte, sabiendo que siempre contarían con el apoyo monetario de Bruzzone mediante pagos parciales que les permitieran vivir de su trabajo, cosa que hasta ese momento no existía.
Un aspecto no menor y de suma importancia que distingue también su participación como agente del arte, fueron las fichas que imprimía de cada uno de los artistas que representaba.
Fue un gran referente dentro de sus clientes diplomáticos a quienes en mas de un caso, logró que conformaran colecciones de obras nacionales. Para ello se ocupada de asesorarlos lo que también incluía la visita a los talleres de los artistas.
Su oficina llegaba hasta el ámbito de las mesas del bar “El Vasquito”, ubicado en Buenos Aires y Bacacay, lugar de largas tertulias donde se daban cita artistas, escritores e intelectuales de la época.
Galería Bruzzone estuvo vigente durante cuatro décadas, con una presencia activa y constante realizando exposiciones semanales presentando nuevos talentos.
También Speyer crea el Club del Arte, donde a través de una sala de exhibiciones a partir de 1976, realizaba muestras que dividía en dos salas denominadas la sala blanca y la sala negra.
A través de un sistema de membresía, asimismo, ofrecía a sus asociados distintas alternativas que iban desde la participación de instancias privadas reservadas para los socios del Club, hasta la concesión de descuentos en los precios de las obras, acceso a charlas, conferencias, conciertos musicales, cines, donde tampoco faltaban las “peñas de arte” algunas de las cuales eran llevadas a cabo en casas de algunos de sus clientes.
Su ámbito de acción también incluyó a la ciudad de Salto, donde abrió una filial bajo la supervisión de Sara Mibelli de Ambrosoni y su hija Marta.
Patrocinó el libro Pintura Uruguay: 7 creadores de hoy, publicó monografías de artistas como los casos de Germán Cabrera y Nelson Ramos y formó parte del jurado en el Segundo Salón Municipal de Artes Plásticas de Rivera, donde el premiado fue Clever Lara.
Por Galería Bruzzone pasaron varios de nuestros mas reconocidos artistas entre los cuales podríamos citar solo a modo de ejemplo a Vicente Martín, Rimer Cardillo, Jorge Damiani, Hugo Longa, Manuel Pailós, Luis Solari, Juan Storm, Jose Pedro Costigliolo, María Freire, Ángel Tejera, Oscar García Reino, José Cuneo Perinetti, Gustavo “Pollo” Vázquez, Fernando Arostegui, entre otros tantos.
En las paginas de este libro, Larroca, también hace una revisión de quienes fueran los otros protagónicos en el incipiente mercado del arte como lo fueron los Moretti, precursores en el mercado del arte nacional quienes abrieron la primera galería de Montevideo en 1879, Enrique Gomez muy atento a descubrir nuevos talentos dentro de la vanguardia, Karlen Guguelmeier de perfil mas clasico, así como la feria de libros y grabados de Nancy Bacelo, el Club de Grabado de Montevideo y Cinemateca Uruguay, que entre otros facilitaban el discurrir de las artes en nuestra ciudad. La presencia de Miguel Carbajal a través de sus notas en la prensa, también fue de un gran aporte.
En mis años que asistí al Taller de Hugo Longa, recuerdo siempre las visitas de Carbajal, así como la presencia constante de Speyer en las charlas que manteníamos con Hugo. También tengo presente en mi memoria, las inauguraciones de Galería Bruzzone, que eran de cita obligatoria, instancias ideales para sociabilizar dentro del ámbito.
La historia familiar de Kurt Speyer (1923-1990) también ocupa las páginas de este libro, desde que debieron abandonar su ciudad natal hasta su fallecimiento.
Nació el 16 de mayo de 1923 en Bad König Im Odenwald, pequeño pueblo cercano a Frankfurt, Alemania.
A partir de los acosos que recibían las familias judías, su padre decide emigrar con su familia compuesta por su esposa Berta Strauss y sus dos hijos, Kurt y Ludwig, embarcándose en Génova en abril de 1937 hacia América.
Su muerte prematura producto de una larga enfermedad a la edad de 66 años, dejó un espacio vacío en el ámbito artístico.
Pablo Marks, quien decidió llevar a cabo este necesario y lindo homenaje, comenzó a trabajar con él en 1958, a la edad de 13 años, poco tiempo antes de que Speyer comenzara a virar su rumbo hacía el arte en 1959.
Marks se fue nutriendo y aprendiendo en el manejo del negocio hasta que a finales de 1980, inaugura su propio emprendimiento al cual llamó Galería Latina, que ya lleva una larga trayectoria de mas de 40 años.
Enhorabuena a todo el equipo que permitió dar a luz esta edición de suma importancia para el mercado del arte nacional, que aun al día de hoy batalla para lograr conformarse.
Por último, agradecer a Pablo Marks por su gentil detalle de haberme hecho llegar un ejemplar.