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Necesarios Mecenas
GUSTAVE CAILLEBOTTE

por Daniel Benoit Cassou
por Daniel Benoit Cassou

Artista, periodista y escritor

Biografía

Es reiterativo en mis charlas la importancia que el arte contemporáneo debe rendirle a los mecenas y coleccionistas que en algunos casos se fusionan en una misma persona.

La Historia del Arte pegó una viraje de timón desde el momento en que estos agentes entraron en escena, debiéndonos remontar a la Italia del SXV con figuras como Lorenzo Medici, Ludovico Sforza, Federico Montefeltro, Isabella D’Este entre otros.

Su participación en el ámbito artístico los convierte en los principales agentes del mercado. Sin compradores que apuesten por sus obras no hay artista y la mirada del coleccionista que sobrevuela por encima de todos es necesaria a la hora de definir estilos, corrientes y  manifestaciones artísticas. El metier del coleccionista continua siendo vital en el mercado del arte.

En este caso rendiremos homenaje a un pintor parisino “impresionista”, que no se destacó como tal pero tuvo una participación mas activa y necesaria como coleccionista.

Apostó y creyó en los impresionistas que gozaban de tan poca credibilidad por no decir nula como fue al inicio de la corriente a fines del SXIX.

Gustave Caillebotte (1848-1894) nació en un ámbito familiar de clase alta lo que le permitió disponer de recursos para ayudar a tantos artistas de su época. Podría haberse dedicado a adquirir obras de artistas reconocidos, sin embargo, su espíritu nato de coleccionista le llevó a apostar por sus contemporáneos.

Luego de la muerte de su padre en 1874 se dedicó a comprar obras de arte con el ánimo de apoyar a los artistas independientes o rechazados como eran considerados los impresionistas durante esos años posteriores a 1870. En 1875 adquirió su primer Monet. 

También destinó su dinero para financiar la filatelia, el cultivo de orquídeas, la construcción de yates y hasta el diseño textil, que formaban parte de sus pasiones además de la pintura.

Le dejó al Estado francés el legado compuesto por todas sus obras de arte integrada por los artistas independientes entre los cuales se encontraban  sesenta y ocho obras compuestas por diecinueve Camille Pissarro, catorce Claude Monet, diez Pierre-Auguste Renoir, nueve Alfred Sisley, siete Edgar Degas, cinco Paul Cézanne  y un Édouard Manet 

A estos artistas que representaban la Belle Époque que iba desde fines de 1870 fin de la guerra franco-prusiana hasta el comienzo de la Primer Guerra Mundial en 1914, se les hacia muy difícil vivir de sus trabajos y Caillebotte representaba su gran salvavidas. 

Al principio el gobierno francés se opuso a recibirlas y recién en 1896, con la participación de Renoir que era el albacea del testamento, se logró negociar y aceptaron tomar treinta y ocho de las pinturas con destino al Palacio de Luxemburgo. Esta selección constituyó la primera presentación de los impresionistas en un escenario público en Francia.

Hoy día ese legado al gobierno francés pertenecen al Museo de Orsay. 

Las obras restantes, fuera de un Degas que Renoir se lo quedó a modo de pago por su gestión, fueron ofrecidos al gobierno francés dos veces mas, en 1904 y 1908 y en ambas oportunidades fueron rechazadas. Recién en 1928 el gobierno se interesó reclamándolas pero la viuda del hermano de Caillebotte, Martial Caillebotte, se las negó y la mayoría de esas obras fueron adquiridas por Albert C. Barnes y ahora integran el acervo de la Fundación Barnes en Filadelfia, Estados Unidos.

Fue tan disparatada su idea de la donación, que fue discutida dentro del ámbito social al grado tal que Caillebotte sugirió que la misma fuera expuesta recién pasados veinte años para darle tiempo al procesamiento público necesario, instancia que fue omitida a partir de la defensa de Renoir frente al Estado. 

Es ahí donde reside la visión de un coleccionista que cree y se adelanta a la evolución del proceso intelectual del público en general. Ve antes que los otros.

La obra de Caillebotte termina siendo opacada por su actividad de coleccionista, algo similar a lo ocurrido con Giorgio Vasari (Arezzo 1511-1574) quien habiendo sido también artista, la historia lo recuerda como el primer biógrafo de los artistas del  mundo y cuando vemos sus obras quedamos asombrados en virtud de lo injusto que ha sido la crítica dejándolo fuera de la lista de los artistas renacentistas destacados de su época. 

Fue mas fácil encasillar a Caillebotte dentro del personaje de millonario con diversos pasatiempos, que destacar la factura de sus pinturas.

Tampoco su estilo denotaba claramente las características típicas de los impresionistas. 

Luego de finalizar su carrera de abogado, a los veinticinco años se matriculó en la  École des Beaux-Arts de Paris y su obra “Los acuchilladores de parqué”, fue  rechazada por la academia en el Salón de 1875 por ser considerada vulgar. 

Esta instancia, le brindó la oportunidad de acercarse a los artistas independientes quienes encontraron en él un mecenas salvador que venía a auxiliarles para sus sobrevivencias. 

En retribución a su generosidad, Renoir lo invitó a exponer con ellos en 1876.

Su carrera artística ha sido destacada con posterioridad y se le considera un pintor con un estilo único, con un mirada visual muy particular similar al enfoque de una fotografía actual, como se puede apreciar en “Remeros en el Yerres”, 1877.

Nunca se casó y se dedicó a desarrollar varias pasiones entre las cuales estaba la actividad náutica que le llevó a adquirir una casa a orillas del Sena cerca de Argenteuil, ciudad que Monet ha puesto en el mapa artístico ya que también residió allí. 

Si bien Caillebotte no necesitó vender obra en virtud de su solvencia económica, a partir de 1964 momento en que el Art Institue of Chicago adquirió  “Calle de Paris, días de lluvia”, se convirtió en un artista muy demandado a nivel internacional y se le ha rendido homenaje y reconocimiento en varias exposiciones y retrospectivas.

“Hombre en el balcón – Boulevard Haussmann”,1880, fue vendido por más de 143 millones de dólares en 2000.

Fue un mecenas importante para Monet que tantas peripecias debió padecer para mantenerse económicamente y a quien le proporcionó un apartamento para trabajar.

Lamentablemente, a raíz de una congestión pulmonar, falleció a la edad de 45 años pero su espíritu filantrópico le dio la oportunidad al mundo entero para apreciar obras impresionistas tan destacadas que conforman el acervo del Museo D’Orsay de París.

Si bien destacamos su actuación como mecenas y coleccionista, les invito a acercarse a su obra que denota una exquisitez muy particular mezcla de realismo-impresionista.

Algunas de sus otras destacadas obras son:

El puente de Europa, 1876

Blancos y amarillos Crisantemos, 1893

Hombre en su banio, 1884

Los naranjos, 1878

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