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Recorriendo Exposiciones BEATRIZ MILHAZES 60 Bienal de Venecia

por Daniel Benoit Cassou

Artista, periodista y escritor

Las pinturas de esta artista brasileña son una auténtica explosión de vibrantes colores abarcando todas las ganas de cada uno de los tonos que aplica.

Sus trabajos son sumamente complacientes a la mirada y uno no se cansa de mirarlos a la vez que ellos nos envuelven.

Convivir con sus obras en nuestros ámbitos privados debe de ser muy energético a la vez que aportan alegría y fuerza.

Beatriz Milhazes (Río de Janeiro, 1960), es una de las artistas con mayor aceptación dentro de Brasil a la vez que cuenta con un gran reconocimiento internacional a raíz de sus participaciones en los escenarios más visitados del mundo.

Su obra transita entre lo figurativo y lo abstracto y tiene un gran acercamiento a la corriente americana P&D (Pattern and decoración) que fuera liderada por la feminista Miriam Schapiro (Toronto , 1923-2015), aunque la injusta Historia del Arte intentó dejarla al margen.

Para esta ocasión e invitada por Adriano Pedroza y con la colaboración del Victoria and Albert Museum, Milhazes ocupó un lugar protagónico dentro de Arsenale, aunque bastante fuera del circuito por lo cual hay que buscarla especialmente.

En forma aparente considerando su propuesta multicolorida que reboza de alegría y en una clara sintonía con la pintura tradicional, la temática parecería fuera del concepto propuesto por el curador “Todos somos extranjeros”.

Pero basta leer su texto para tomar nota, ya que la artista basó su obra en una variedad de textiles tradicionales de diferentes culturas indígenas de Brasil.

La muestra comienza con una obra a modo de presentación.

Por otro lado y en un corredor colgó obras realizadas en collage y de menores dimensiones que enmarcó debajo de cristales que conducen al espectador hasta la a la principal.

Bajo el título “Memorias do futuro I”, exhibe cinco pinturas de grandes formatos y un tapiz monumental que lleva por nombre “Pindorama” creado entre 2020 y 2022, término que fuera usado por los pueblos tupí-guaraníes para designar el territorio brasileño antes de la colonización.

En el centro de la sala expone una mesa de tapa de cristal donde se exhiben telas en las cuales se basó su pintura.

Sus obras compuestas de pinceladas fueron plasmadas sobre campos de color monoimpresos.

La artista se ha puesto muy contenta de compartir escenario con varios artistas indígenas brasileños que invitó Pedroza.

“Mis arabescos, por ejemplo, se inspiraron en los dibujos faciales de las tribus Kadiwéu, que son dibujos que las mujeres hacían en sus cuerpos”, comentó Milhazes.

Visitar su pabellón nos devuelve el ánimo que podríamos haber perdido en otras propuestas de la Bienal.

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