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Recorriendo Exposiciones EL METRO DE NÁPOLES

por Daniel Benoit Cassou
por Daniel Benoit Cassou

Artista, periodista y escritor

Biografía

Nápoles es una ciudad con personalidad propia, independiente no solo del sur sino de toda Italia.

Mal que les pese a los italianos del Norte quienes dicen que Garibaldi no unió Italia a fines del siglo XIX, sino que separó África, Nápoles es la reina del sur indiscutible.

Para mi es una ciudad única y maravillosa entre sus pares europeas.

Su mezcla étnica proveniente de tantas veces habitada por diferentes civilizaciones, es la que la define como tal.

De las manos de los griegos en el siglo VIII a.C, pasó a estar bajo la influencia bizantina, para luego ser conquistada por los normandos en el siglo x, así como también fue dominada por los franceses y los aragoneses.

Pero sin dudas, el hecho de haber sido capital de la monarquía española desde el siglo XV hasta el XVII, le generó ese don emblemático, así como su porte real, plagada de exquisitas construcciones que la caracterizan, aunque haya sido devorada por el pueblo.

Nápoles da cabida a todos sus conquistadores y el fútbol, deporte que corre por las venas de sus ciudadanos y que llevan grabado a fuego en sus corazones, ha transformado a uno de sus máximos líderes como lo fue Diego Maradona por lo cual su imagen ocupa nichos por toda la zona céntrica a modo de cuasi santo.

Pero Nápoles es eso y mucho más. Basta con trasladarse para otras zonas fuera del ámbito céntrico para denotar su aire majestuoso con edificaciones de categoría que dan cabida a una sociedad opulenta así como presumida de sí mismo.

Gastronomía, moda, arte y perfumes que deambulan por sus calles, se apoderan de la ciudad para definir su estilo.

Ropa colgada en los balcones, ruidosas motos que surcan la ciudad y las altas voces de su gente, aportan un touch único y especial, que cuando lo vemos en algunas películas, nos traslada a ámbitos surrealistas y difíciles de asimilar.

Sus avenidas generosas en palacios y negocios dan cuenta de su elegancia real.

Pero esta ciudad no se queda en el tiempo. Recorriéndola se percibe un desarrollo urbanístico con el ánimo de conservar el cetro que otrora tuviera.

La cercanía a las playas de la zona la cómo la Costiera Amalfitana ,así como la Puglia, la convierten en un centro de atracción turística.

Las estaciones del metro son dignas de admiración aunque haya poca frecuencia de trenes.

Siguiendo el ejemplo marcado por Moscú, en 2012 fue inaugurada la estación Toledo, uno de los accesos a los Barrios Españoles (Quartieri Spagnoli), el distrito más popular de la ciudad que condensa la más auténtica esencia napolitana.

Por allí y a 50 metros bajo tierra circula la Línea 1 del metro, lugar que se ha convertido en un museo que alberga obra de destacados artistas de renombre internacional.

Destaca la obra del arquitecto español Oscar Tusquets Blanca, que creó una obra que se asemeja al movimiento del mar. Para ello el artista recurrió a la creación de un mosaico formado por miles de teselas que trasladan a los pasajeros a la profundidad de los océanos.

También hay obra de los archi famosos artistas como lo son Francesco Clemente e Ilya y Emilia Kabakov.

El lugar alberga asimismo fotos de Luciano Romano, un mosaico del sudafricano William Kentdrige, así como obras de Bruno Ammann y Oliverio Toscani.

Pero el museo subterráneo se ha apoderado de otras once estaciones más donde participan cien artistas

En la estación Dante, llaman la atención las instalaciones lumínicas de Mario Merz, así como la de Jannis Kounellis con una serie de vías de tren sujetadas a la pared aprisionando objetos personales como vestimenta y calzados que hacen alusión a la guerra.

Moverse por el metro de Nápoles es un ejercicio tedioso por la gran profundidad a la cual hay que alcanzar a través de varias escaleras mecánicas, que parecen cavar la tierra pretendiendo llegar al centro de la misma, amén de las luces artificiales y la poca frecuencia de trenes, todo lo que de alguna manera es suplido por la cantidad de obras de arte que dan cuenta de la puja vertiginosa que Nápoles denota.

Creo haber percibido una ciudad más ordenada, segura y menos bochinchera desde mi anterior visita, producto, según he oído, a raíz del orden impuesto por su actual gobernante.

Regresar a Nápoles siempre es un soplo de aire fresco para mi alma

inquieta, lo que me conecta con varios intelectuales y escritores que han pasado por aquí y han dejado plasmado su amor hacia la ciudad.

La presencia constante del Vesubio es un “memento mori” que nos concientiza de que la vida es ahora y está para ser usada.

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