@bypaula_arte Paula Lammertyn, una artista nacida en Santa Fe, Argentina, ha cultivado su trayectoria en…
Recorriendo Exposiciones FRANCESCA CASSARIEGO
El Espacio de Arte Contemporáneo (EAC) ubicado en lo que fuera la sede de la Cárcel Miguelete en le barrio de Villa Munoz, funciona dentro de una zona que poco a poco va logrando un espíritu propio relacionado con el arte.
El presidio fue construido especialmente bajo las instrucciones del General Máximo Santos para albergar personas impedidas de su libertad, bajo el diseño del ingeniero Juan Alberto Capurro siguiendo un modelo de tipo radial.
Hasta ese momento los fusilamientos eran llevados a cabo en la Plaza de los 33, que hoy día llamamos popularmente “Plaza de los Bomberos”.
La cárcel de Miguelete fue el primer predio carcelario construido como tal, aunque el Cabildo ya albergaba calabozos.
Los fusilamientos en Miguelete eran observados desde un balcón donde acudían las autoridades carcelarias, así como periodistas incluyendo fotógrafos para dar fe del cumplimiento de las sentencias a través de imágenes tomadas a los presos quienes eran vestidos de traje y corbata, algunos inclusive portando sombrero, atados de manos a una estaca y acribillados frente a un alto muro.
Fue inaugurado en 1888 y funcionó como tal hasta 1986, donde durante la dictadura militar fueron recluidos presos políticos y periodistas.
El edificio con posterioridad a su cierre albergó oportunamente al Centro de Diseño Industrial hasta 2011. En 2010 y luego de una reforma parcial donde se respetaron los espacios así como los calabozos, se inauguró el EAC como escenario para las artes contemporáneas.
Desde 2019, el edificio asimismo y en otro sector, alberga al Museo de Historia Natural el cual convive con su vecino a través de un vinculo el cual cada cada vez se busca estrechar mas, de acuerdo a su director Guillermo Sierra con quien estuvimos reunidos junto con la subdirectora de AICA Internacional, Malgorzata Kazmierczak.
El espacio en su totalidad tiene recintos que aun no han sido reformados como se puede apreciar cuando uno ingresa al EAC, tanto en la planta alta así como en la continuación del piso principal.
Fue inaugurado y dirigido por Fernando Sicco, quien le supo aportar una gran impronta artística, logrando un vínculo entre la ciudad y los artistas emergentes principalmente, convirtiéndolo en un lugar de referencia en Montevideo.
Desde la nueva administración del Estado, en 2020 asumió en forma interina el actual director Guillermo Sierra quien continúa con la gestión iniciada por Sicco.
Es así que desde su inauguración, el EAC se ha convertido en el centro referencial para las artes en nuestro país, escenario de manifestaciones diversas de tenor vanguardístico, siempre atento a las necesidades de los artistas mas jóvenes.
En forma periódica se presentan nuevas propuestas distribuidas entre los dos pisos de celdas que ocupa, así como también en una amplia sala que se construyó adicionalmente la cual se encuentra unida a través de un puente peatonal al cuerpo principal del edificio.
A diferencia del que fuera el presidio de Punta Carretas, sede actual de un centro comercial, el EAC no oculta su pasado.
Al espectador no le cabe duda de que mas allá de los objetos que cuelgan de sus paredes, está ingresando a lo que fuera un recinto presidiario.
De esta forma, los artistas ocupan los diferentes calabozos, que mantienen las características para los que fueron creados con unas altas ventanas revestidas por rejas que miran al cielo, a los solos efectos del ingreso de la luz natural.
Es así, que difícilmente por no decir imposible, se logre desligar el ambiente carcelario al tenor de las obras expuestas. Independientemente a su temáticas, aunque hay algunas salas en planta baja que fueron ampliadas y remodeladas perdiendo al carácter que otrora tuvieran, las muestras siempre hablan de una falta de libertad o apresamiento.
Nunca mejor recordar los orígenes de este edificio que en estas fechas, donde el Uruguay está llevando cabo varias manifestaciones artísticas conmemorando los 50 años del Golpe de Estado acaecido el 27 junio de 1973.
En otra nota ya comentados la muestra colectiva que se está celebrando en el SUBTE. También la sala del teatro El Galpón que cuenta con espacios destinados a exhibiciones de arte visual, está llevando a cabo una muestra la cual a través de un recorrido construye un relato histórico de los sucesos entre el 27 de junio de 1973 y la apertura democrática.
Si bien EAC cuenta con un acervo, las exposiciones son temporales y variadas.
Actualmente se están llevando a cabo tres muestras, dos de carácter colectivo y otra individual.
La colectiva denominada ¡Se va a Acabar!, curada por Fabiana Puentes y Agustina Fernandez, cuenta con la participación de seis artistas entre los cuales figuran Luis Camnitzer, Paola Monzillo, Mauricio Rodríguez, Fernando Foglino, Lucía Pittaluga y Elián Stolarsky que será motivo de otra nota.
“Pasar revista”, es una muestra gráfica donde la curadora Denisse Torrena ocupa todas las celdas del sub suelo con imágenes cargadas de humor aunque no exentas de tristes realidades, con la participación de veinte artistas con la presencia de Pilar González y el reciente desaparecido Fermín Hontou, entre otros.
Por su lado la muestra individual que ocupa la sala principal del EAC, está a cargo de la incipiente artista Francesca Cassariego (Milán,1975) titulada “Aunque no lo recuerde”, con la curaduría de Fernando Foglino.
La artista nació en Italia fruto del exilio político de su familia, aunque según ella de italiana solo tiene su nombre.
En un viaje que realizaron a Brasil en 1978, fueron detenidos y ella y su hermano Camilo de tres y siete años respectivamente, fueron secuestrados en el marco del Plan Cóndor, durante casi 20 días en la ciudad de Porto Alegre dentro de una operación coordinada entre los regímenes militares uruguayo y brasileño.
Durante esa traumática experiencia, Francesca y su hermano fueron envueltos por sus secuestradores en alfombras para ser trasladados de un lugar a otro.
Ese suceso generó en los hermanos consecuencias psicológicas y en su caso le ocasionó mudez temporal y actualmente sufre de pólipos en sus cuerdas vocales que le dificultan en su habla.
Asimismo su madre Lilián Celiberti, fue remitida a la cárcel de Punta de Rieles en Montevideo donde estuvo recluida durante cinco años, lugar donde sus hijos la visitaban los domingos, luego de mucho tiempo sin saber unos de otros.
La muestra magistralmente montada fue articulada a partir de siete alfombras paradas en forma casi circular, que impactan al espectador ni bien ingresa a la sala.
El número de alfombras hace alusión a la cantidad de niños (in)apropiados que Francesca oyó hablar durante su infancia que se habían criado desconociendo quienes eran y así como quienes eran sus padres.
El perfume típico que las alfombras despiden, facilita el ingreso al ambiente de la instalación que Cassariego ideó, el cual nos propicia el acogimiento en la temática propicia del encierro.
Silencio absoluto frente a una presencia monumental de las alfombras paradas en forma vertical que remiten a personas, en lugar de estar puestas en la forma usual para las que fueron creadas.
Paulatinamente nos vamos moviendo alrededor de esas alfombras-esculturas-personas, hasta que nos percatamos que las mismas invitan a ser penetradas, donde un detector de presencia humana acciona un transmisor que emite micro relatos verbales que describen instancias de esos años, producto de los recuerdos de la artista y de su hermano.
De esa forma, Cassariego da cuenta de una trágica experiencia que vivió el país, relatado desde el punto de vista de unos niños temerosos de las circunstancias, que evidentemente no terminaban de comprender.
La muestra fue compuesta a través de la asociación de ideas de la artista, que si bien en algunos casos no tiene recuerdos nítidos debido a corta edad, los vivenció ayudada por los relatos de su madre quien también ha escrito al respecto.
Nuestras vidas asimismo están compuestas por relatos verbales de nuestro entorno, siendo en algunos casos mas efectivos que los propios recuerdos producidos por las vivencias.
Esta propuesta sanadora para Cassariego, funciona partiendo de la necesidad de sentir así como de experimentar en temas relacionados con el cuerpo y la identidad personal, como lo remarca Foglino en su texto.
Adicionalmente a las alfombras, la artista cubre una de las extensas paredes de una punta a la otra, con un papel metálico evocando el gesto desesperado de los presos que no tenían forma de comunicacion padeciendo la falta de tinta así como de papel.
Su madre utilizaba los papeles de aluminio de las cajas de cigarrillos, para escribirle a sus hijos con una lapicera sin punta, donde les contaba lo que le tocaba vivir, sin siquiera saber si ellos están vivos.
Lilián estuvo retenida el primer año en el Batallón13 y recién a los seis meses pudo tomar conocimiento de sus hijos.
Luego fue traslada a la cárcel de Punta de Rieles donde estuvo cinco años mas recluida.
Compone la muestra también, un video que fue filmado documentando el camino hasta llegar a dicho recinto carcelero, que evoca las veces en que Francesca podía visitar a su madre en los días domingo.
Esta exposición, producida por una artista emergente del medio, denota una madurez de un artista experimentado.
La forma de lograr impactar al distraído espectador, es muy eficaz y luego que lo hace suyo, cual serpiente encantadora, lo remata con toda la sutileza y contundencia de su relato.
Su muestra es digna de escenarios internacionales y ojalá logre trascender fronteras.
Enhorabuena a Francesca y quedamos atentos a nuevas propuestas suyas.