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Visitando Talleres ALFREDO RIBOIRA

por Daniel Benoit Cassou

Artista, periodista y escritor

Tengo la certeza de que mi vida es una historia ya escrita donde la voy descubriendo a medida que paso las hojas de mi biografía.
Creo que nos debe de ocurrir a todos aquellos que nos ponemos en manos de dios (lo pongo en minúsculas para hacerlo extensivo a todos independientemente de la creencia de cada uno), atentos a los hechos que nos van sorprendiendo en el transcurso de nuestras vidas.
Tampoco creo en las casualidades y también asevero de que todo nos llega a su debido momento.
Hoy le dedico esta columna a quien fuera un buen amigo y que hace muchos tiempo le había perdido el rastro, pero que afortunadamente luego de varios años nos reencontramos.
A Alfredo lo conocí en 1989 cuando llegué a París junto con el grupo de viaje de mi facultad.
Alfredo Riboira (José Pedro Varela, Lavalleja, 1941-2021), trabajaba en la Embajada de Uruguay en Francia desempeñándose como Canciller de la Sección Consular, actividad que llevó a cabo desde 1973 hasta 2002.
Recuerdo su buena predisposición y animosidad para recibirnos a decenas de compañeros que fuimos a la Embajada a dejar nuestras valijas luego de un largo periplo por distintos países, para tomar allí los coches que nos permitirían recorrer Europa durante varios meses.
Alfredo, siempre con una sonrisa, nos iba haciendo lugar para semejante cantidad de bultos.
Al final de nuestro periplo yo me quedé en París durante un largo período en carácter de ciudadano mas que de turista, en aquel entonces, tentando mi suerte para vivir allí.
Cuando fui a recoger mi valija, la última que quedaba del grupo, Alfredo me invitó a tomar un café, momento en el cual comenzaría nuestra larga amistad y que llega hasta hoy día.
Teníamos varios amigos en común dentro del ámbito del arte, aspecto que nos facilitó nuestro acercamiento, entre los cuales se encontraba Águeda Dicancro, presente en su casa a través de una escultura.
Frente a mi ansiedad e inquietudes, Alfredo siempre me recibía en su oficina escuchándome con mucha atención y paciencia y cuando él acababa su trabajo, salíamos a hacer algún paseo, tomar algo, cenar pero fundamentalmente a caminar.
Yo le comentaba lo que había visto durante el día y nos intercambiábamos información sobre eventos de arte fundamentalmente que se iban celebrando en la ciudad.
Ese hábito lo seguimos cultivando durante muchos años. En virtud de mis viajes anuales a Europa yo hacía siempre sede en París para llegar y para partir de regreso, lo visitaba siempre y nos veíamos casi que a diario.
Recuerdo una vez que fuimos a tomar el té a casa de una amiga suya, instancia que me llevó a escribir un cuento para recordar ese momento en que llegué con una cajita de macarrones comprados en Angelina.
A medida que mis viajes fueron tomando otros rumbos dejé de hacer sede en París dándole prioridad a otras capitales europeas como lo fue y sigue siendo Roma, amén de mis viajes a Oriente y América, y fuimos perdiendo oportunidad para vernos.
Esos desvíos de la vida, hicieron que mis encuentros con Alfredo se fueran distanciando en el tiempo. No eran épocas de medios de comunicación fluidos como ocurre hoy día y nos escribíamos por correo electrónico hasta que Alfredo se retiró de su trabajo y los mensajes comenzaron a distanciarse.
Insistí inclusive llamándolo por teléfono a su casa. Por la redes Alfredo no circulaba y tanto buscar que encontré a una señora con su apellido que supuse sería su hermana y le envié un mensaje por Facebook del cual nunca recibí respuesta.
Pasaron 12 años sin que yo regresara por París y en 2022 me ocupé de tener noticias suyas a través de un amigo funcionario de la Embajada de Uruguay en Francia.
-No sé nada de él y tampoco lo conocí, me dijo Nelson, – pero déjame averiguar y a la tarde te llamo.
Allí nos enteramos de que Alfredo se había regresado a Montevideo a finales de 2019 y que había fallecido en en mayo de 2021, noticia que me entristeció enormemente momento en que envíe un mensaje a su hermana Susana para darle mi pésame.
Hace pocos días recibí una llamada de una amiga y alumna mía, proponiéndome visitar a una señora parisina que vivía aquí y quería homenajear a su marido fallecido a través de una exposición con sus obras. No tuve dudas de hacerlo pero la grata y emotiva sorpresa fue cuando al preguntarle el nombre del artista me dijo – se llama Alfredo Riboira.
Nuevamente y antes de seguir escribiendo me tomo un espacio de tiempo conmovido y agradeciendo a Dios el reencuentro con este amigo.
Su esposa Danielle Amiot no me recordaba, a pesar de que Alfredo le debe de haber hablado mucho de mi al regreso de nuestras largas caminatas.
También en una oportunidad en que una cena se nos hizo larga y estando cerca de su casa, pasé la noche allí y al otro día a la hora del trabajo, salimos temprano.
Entre tantos paseos y charlas siempre hacía referencia al trabajo de Danielle arquitecta adjunta en un estudio dedicado al mantenimiento del IXe arrondissement de París surcado por la Avenue Haussmann que cambió el formato parisino, zona sede del Café de la Paix, Ópera de Garnier, las Galeries Lafayette, Printemps, el cabaret Folies Bergère y el museo Gustave Moureau, entre otros emblemáticos lugares de la capital francesa.
Luego de una larga tarde en su apartamento en Pocitos con macarrones incluidos, Danielle me fue actualizando de los hechos.
Alfredo se dedicó durante los 17 meses en que vivió aquí a acomodar su casa con la mudanza compuesta por dos contenedores provenientes de París atiborrados de objetos, esculturas, pinturas y libros, que realmente dan cuenta de su gran esfuerzo y dedicación al arte.
Ingresar a su apartamento es poner un piecito en París mas allá del reencuentro que claramente sentí ni bien llegué. Allí estaba Alfredo con su sonrisa habitual dándome la bienvenida con un cálido abrazo.
Si debo de buscar un término que lo defina no dudo en utilizar “generosidad”.
Alfredo se formó en la Escuela de Bellas Artes de Montevideo y en el taller de Jonio Montiel, alumno del Taller de Torres García.
Desde 1963 hasta 1965, estudió en la escuela de Bellas Artes de París y en la prestigiosa Académie Julian, sede de formación de tantos artistas latinoamericanos como lo fue Tarsila do Amaral por solo nombrar uno.
Pero Alfredo siempre dedicó su tiempo mas a los demás que a su propia carrera artística mas allá de que expuso en forma individual en varias ciudades como Montevideo, Punta del Este, Barcelona, Xalapa entre otras.
También expuso en el 84 Salon des Indépendants en el Grand Palais, París en 1973, así como el XVI Salon International de Paris-Sud en 1975 donde compartió espacio con Pablo Atchugarry, Oscar García Reino y Vicente Martín.
Fue un gran promotor a la hora de difundir las obras de los artistas plásticos uruguayos tanto en París como en el exterior como fue la muestra llevaba a cabo en El Cairo titulada “Artistes uruguayens à Paris” en 1987.
En 2014 llevó a cabo la presentación del libro Vericuetos con cuentos y poesías de escritores uruguayos, el cual fue ilustrado con una pintura suya en la carátula así como con otras dos en el interior del mismo.
En 1984 llevó a cabo un homenaje póstumo a Sir Anton Dollin (Reino Unido, 1904-1983), principal bailarín de los Ballets Rusos desde 1924.
En 1989 el turno le tocó a uno de los mas destacados promotores del arte de Europa como fue el caso del empresario Serguéi Diaghilev (Rusia, 1972-1929) fundador de los Ballets Rusos quien promoviera la carrera de varios artistas plásticos como Henri Matisse, Pablo Picasso, Andre Derain, Mijail Larionóv y su esposa Natalia Goncharova, entre otros.
Para la ocasión participaron los bailarines Alicia Alonso de Cuba y el argentino Jorge Don.
También junto a la Federación Francesa de Fútbol promovió un partido disputado en 1983 entre el cuadro de Toulouse y Peñarol, uno de los principales equipos de Uruguay.
Uno de sus últimos emprendimientos fue la Première Biennale d’Art d’Amérique Latine en 1999 llevada a cabo en La Défense de París.
Desde su retiro laboral y hasta su regreso a Montevideo, se dedicó a recuperar su trabajo como artista pintando, esculpiendo y ordenando su legado.
Sus obras denotan un gran conocimiento de la efectividad publicista con obras de tenor modernista con un alto grado de simplicidad donde con apenas pocos trazos definía figuras reconocibles.
Asimismo varias de sus pinturas lo acercan al estilo de quien fuera el principal artista uruguayo en el exterior como fue Rafael Barradas (Montevideo, 1890-1929).
En 2006 comenzó a gestionar su nacionalidad francesa que su abuelo Pierre Rivoyre había debido abandonar, trámite que no llegó a concluir alcanzado por su muerte a pesar de haber vivido mas de 50 años en Francia.
Será muy grato recuperar su figura artística en Uruguay, homenaje que se merece mas allá de su exquisita creatividad artística.
Es de desear que pronto podamos llevar a cabo una muestra con una selección de sus obras que él no tuvo tiempo de concluir.

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