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8 cosas que no sabías sobre Miguel Ángel y la Capilla Sixtina

1 No soy pintor

Miguel Ángel había repetido una y otra vez que su oficio era el de escultor, y no el de pintor. Además, su experiencia en la pintura al fresco era casi nula. Pero quizá, pensó, aceptar el encargo le supondría recuperar el tan ansiado proyecto de la tumba.

2 ¿Genio o santo?

En aquella época, Miguel Ángel era ya una estrella indiscutible. Cuando comenzó a pintar la Capilla Sixtina ya era toda una celebridad por dos de las mejores esculturas de la historia: la Piedad y el David.

Pero no solo era un genio, sino que vivía y actuaba como tal. En su tarea de encumbramiento contó también con la inestimable ayuda de dos tratadistas coetáneos, Giorgio Vasari y Ascanio Condivi, que escribieron biografías del artista tan encendidamente elogiosas (y plagadas de no pocas exageraciones) que los críticos las llamaban hagiografías, término que alude a las vidas de los santos.

3 Medidas salomónicas

La Capilla Sixtina tiene una planta rectangular de 40,93 m de longitud y 13,41 de anchura. Exactamente las medidas que, según la Biblia, poseía el Templo de Salomón.

4 Un plan demasiado pobre

Julio II quería que Miguel Ángel pintara doce figuras, las de los apóstoles, pero el artista consideró “demasiado pobre” el plan original. La bóveda de la capilla Sixtina acabó albergando más de trescientas: se convirtió en un inmenso diálogo de escenas del Antiguo Testamento.

La elección de la iconografía, según los biógrafos de la época, fue de Miguel Ángel, aunque hoy se cree que quizá contó con el asesoramiento de los teólogos de la corte papal, porque resulta poco probable que se hubiese permitido a un seglar escoger por entero la temática decorativa de la mismísima capilla pontificia.

5 Una tarea titánica

Miguel Ángel estuvo trabajando cuatro angustiosos años en la bóveda. Tuvo que diseñar el andamio para pintar a 20 metros de altura. Después, cuando empezó a aplicarse la pintura, se descubrió que los materiales de remozado no eran los adecuados y hubo que repintar algunas partes.

En muchos casos se tuvo que improvisar el dibujo: la bóveda describe extrañas curvaturas y tiene una superficie muy irregular, por lo que fue preciso cambiar el trazado de las líneas para que, desde el suelo, se contemplase el efecto deseado. Y a todo ello hay que añadir algo que los espectadores quizá solo intuyen: se trata de una pintura de proporciones colosales, con figuras que alcanzan los dos metros de longitud.

6 El avispero papal

La verdadera preocupación de Miguel Ángel eran los otros dos grandes artistas de la corte papal: el arquitecto Bramante y un niño prodigio que por aquel entonces se encontraba pintando frescos en las estancias papales, Rafael Sanzio.

Según los testimonios, el ambiente artístico de la corte papal era un auténtico avispero. Circularon todo tipo de rumores acerca de la animadversión que Bramante, sobre todo, profesaba a Miguel Ángel. Se decía que, en un principio, había intentado disuadir a Julio II de que encargara al artista la decoración de la Capilla Sixtina. Mientras Miguel Ángel estuviera lejos de Roma, no reemprendería el proyecto de la tumba que podía ensombrecer la basílica que diseñaba el arquitecto. Después, cuando el encargo fue un hecho consumado, ansiaba que el artista fracasara estrepitosamente y que la decoración de la capilla pasara a manos de su amigo Rafael.

Ciertos o no, todos estos rumores parece que sumieron a Miguel Ángel en un auténtico estado de paranoia.

7 Éxito rotundo

El esfuerzo del artista se vio recompensado en agosto de 1511. La mitad de la bóveda estaba ya completada, así que Miguel Ángel rompió el habitual secretismo con el que llevaba sus obras y toda Roma acudió a contemplarla.

El impacto fue tremendo. Nunca se había visto nada igual. Un colorido brillante perceptible incluso en condiciones de poca luz. Un genial modelado de los desnudos, sobre todo el de los famosísimo signudi (las figuras que enmarcan algunas de las escenas centrales) tan típicos de Miguel Ángel: cuerpos atléticos con rostros ligeramente femeninos.

8 Homenaje al predecesor

En 1512, solo un año después de la presentación parcial, se inauguró oficialmente la obra de Miguel Ángel en la bóveda de la capilla, que, en honor al predecesor del papa Julio II, su tío Sixto IV, pasó de llamarse Magna a Sixtina.

Este texto se basa en un artículo publicado en el número 429 de la revista Historia y Vida. Fuente: web lavanguardia

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