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Necesarios Mecenas
DANIEL HENRY KAHNWEILER

por Daniel Benoit Cassou
por Daniel Benoit Cassou

Artista, periodista y escritor

Biografía

La historia del arte nunca hubiera sido la misma sin la participación activa de los mecenas y coleccionistas, quienes supieron ver, inclusive antes que los propios artistas, el camino a tomar de las corrientes dentro del arte.

Detrás y por delante de cada movimiento artístico, siempre ha habido un teórico visionario,  quien en función de su formación y sensibilidad, ha logrado percibir el nacimiento de diferentes propuestas que han delineado la evolución del arte.

Todas la corrientes han contado con teóricos quienes en algunos casos también han actuado como mecenas, pues decir “me gusta o me interesa”, no es lo mismo que apostar por ciertos artistas y meterse la mano en el bolsillo para desembolsar el pago.

Uno de los casos mas destacados y contundentes dentro del arte contemporáneo, ha sido el del galerista que nos convoca en esta nota.

Daniel Henry Kahnweiler había nacido en Stuttgart, en 1884, en el sur de Alemania, dentro de una familia judía, aspectos que en dos oportunidades le jugarán en contra.

Recibió una educación acorde a la posición social y económica de su familia, quienes no escatimaron esfuerzos para convertirlo en un joven culto y educado, para luego ocupar un lugar dentro de la empresa familiar, aunque el destino le tenía preparado otro camino.

Su padre fue corredor de bolsa y trabajaba junto con su hermano, quien se desempeñaba como “stock-broker” en Londres.

Otro tío suyo, el mayor de los hermanos de su madre, había sido uno de los fundadores de las minas de oro y diamantes que la familia tenía en Sudáfrica.

Daniel Henry recibió una educación burguesa donde no faltó el contacto con la música y las artes.

Todos estos integrantes de su familia, tuvieron que ver en su vida, pero quien mas marcó su inclinación hacia el arte fue un tío abuelo llamado Joseph Goldscheider, con quien llevaba a cabo largos paseos en Stuttgart. 

Joseph era un apasionado por la libertad, la literatura, la música y el teatro, aspectos que supo transmitir a su sobrino, quien logró capitalizar toda la sensibilidad que le inculcaba. 

Acorde a los intereses de sus padres, Daniel Henry se formó dentro del ámbito bancario y a los 18 años fue a trabajar junto a un agente de cambios en París, una gran urbe que lo estaba esperando de brazos abiertos y donde tendría la oportunidad de florecer, si se puede decir.

En sus horas libres se dedicaba a asistir a conciertos, al teatro, a ver ópera y a recorrer los museos de la ciudad, continuando con las enseñanzas inculcadas por su tío abuelo.

La colección de Gustave Caillebote, otro gran mecenas, donada al Museo de Luxemburgo, le dio la oportunidad de apreciar a los impresionistas, obras que al principio le resultaban ilegibles.

Enseguida se dejó seducir por la obra de Paul Cézanne, Paul Gauguin, artistas de la pre vanguardia, que en ese momento aun no contaban con la aprobación del público que sobrevendría luego.

No era un joven de gastar dinero en caros restaurantes acorde a su estatus, y a raíz de que estaba como pasante no retribuido,  prefería utilizar su dinero para asistir a espectaculos de la cultura, y cuando podía realizaba viajes.

Con 20 años contrajo matrimonio con Lucie Leiris, con quien no tuvieron hijo alguno.

Continuando con el programa de capacitación laboral, se mudó a Londres para trabajar junto al hermano de su padre, quien se desempeñaba dentro de un ámbito burgués, que no lograba entusiasmar al joven Kahnweiler, quien poco a poco iba descartando opciones laborales.

También en Londres se dedicó a recorrer los museos, siendo asiduo a la National Gallery, el British Museum y la extraordinaria Wallace Collection quien ejerce un gran efecto a quienes la visitan.

Luego de ese período de aprendizaje, habiendo absorbido todo lo que debía, su familia decide trasladarlo a Sudáfrica, para completar su formación junto a su tío en las minas de metales preciosos.

Al principio se opuso y se reveló contra su familia, expresándoles su deseo de ser galerista, decisión que alarmó a sus padres, quienes consideraban una locura, máxime que no podría mantener a su esposa de acuerdo a su nivel de vida 

No tenía ni idea como funcionaba una galería de arte, ni siquiera era asiduo a las mismas, que de hecho le inhibían su ingreso, pues ni siquiera sabía que se pudieran visitar.

Había tenido acceso a exposiciones realizadas por dos grandes mecenas que le precedieron como fueron  Paul Durand-Ruel, representante de los impresionistas y Ambrosie Vollard, galerista de los post impresionistas como Cézanne, Gauguin, entre otros.

Vollard tenía una tienda estrafalaria y peregrina con un viejo marco en el escaparte, mientras que Durand-Ruel poseía una galería con magnificas salas de exhibición.

A su regreso de Sudáfrica, el 22 de febrero de 1907, y con tan solo 22 años, resolvió abrir su propia galería de arte.

Para ello alquiló una sala de 4 x 4 metros, que había pertenecido a un sastre,  sobre la rue Vignon 28.

Forró las paredes de arpillera que pintó de blanco y allí  comenzó colgando obras de jovenes artistas contemporáneos como André Derain y Maurice de Vlaminck, siguiendo por Kees Van Dongen y George Braque.

Si bien al principio fue blanco de burlas que le convirtieron en el hazme reír, habiendo recibido en algunos casos tomatazos sobre las vidrieras, contó con la visita de su primer cliente Hermann Rupf, quien le fue comprando obras sistemáticamente.

Rupf llevaba un estilo de vida similar, provenía de una familia adinerada de Berna y había ido a París a formarse en finanzas. Se hicieron grandes amigos y Rupf con el tiempo logró reunir un excelente número de obras convirtiéndose en uno de los coleccionistas mas destacados de Europa.

Otro asiduo cliente fue el magnate ruso Sergei Schukin, uno de los dos mas grandes coleccionista de sus país.

Todo ello ocurría antes de conocer a Pablo Picasso, quien un día lo visitó sin identificarse, curioso por conocer a aquel osado galerista.

Claro está que Picasso aun no era reconocido y vivía de forma muy modesta en el Bateau-Lavoir, lavaderos flotantes sobre especie de veleros.

Wilhelm Uhde, un historiador de arte y gran mecenas, le había hablado a Kahnweiler de Picasso, por lo cual este decide visitarlo en su taller.

Las descripciones que el galerista hace en su libro sobre la pobreza en la que vivían estos artistas, entre los cuales se encontraban Braque, Gris entre otros, es muy gráfica, detalles que de una forma u otra han definido el estilo de vida bohemia de los artistas de ese época.

Allí fue que Kahnweiler descubrió el cuadro que cambiaría el rumbo de la historia del arte, como fue Las señoritas de Avignon, que Picasso había pintado en 1907.

Picasso tenía 26 y Kahnweiler 23 años.

A partir de ese momento, galerista y pintor, cultivaron una amistad que duraría toda la vida.

En forma concomitante, Kahnweiler comenzó a representar a varios artistas de vanguardia a quienes les mantenía, comprándoles obras a través de contratos con el fin de liberarlos de preocupaciones financieras y permitiéndoles concentrase en sus creativos trabajos.

Documentaba todo a través de fotografías, realizaba exposiciones que respaldaba con catálogos para lo cual se formó, dedicando gran parte de su tiempo a estudiar historia del arte.

Tuvo que vencer dos traspiés. El primero, que lo obligó a trasladarse a Suiza al inicio de la I Guerra Mundial por ser alemán, y el segundo,  por ser judío, durante la II Guerra Mundial. En ambos casos perdió todas sus obras que fueron subastadas a precios irrisorios, justamente por la incomprensión del público en general sobre sus artistas.

A sus representados no les permitía exponer ni en los Salones Oficiales ni en los Salones de Otoño. Debían de ser pacientes y creer en su dedicación y esfuerzo. Con su formación comercial, le gustaba invertir en artistas desconocidos aguardando su cotización posterior, cual modo bancario.

Pensaba que si compraba los grandes pintores cuando era jovenes, tenía que ganar dinero.

En 1920, a su regreso de Suiza, abrió Galería Simón en sociedad con André Simón y en 1939 abrió Galería Louise Leiris, que llevaba el nombre de la hija natural de su esposa.

Recién en 1937 obtuvo la ciudadania francesa.

Daniel Henry Kahnweiler falleció a los 94 años en París y fue el gran promotor de la vanguardia francesa, lo que es lo mismo que decir del mundo.

Picasso reconoció en una ocasión “¿Que habría sido de nosotros si Kahnweiler no hubiera tenido ese sentido para los negocios? “

Tampoco Picasso hubiera existido sin la ayuda y promoción de otra gran mecenas como fue su amiga Gertrude Stein.

Este año se conmemora el cincuenta aniversario del fallecimiento de Picasso, y Europa lo va a agasajar a lo grande con varias exposiciones.

El Museo Picasso de Barcelona, está llevando a cabo una muestra inaugurada el 02 de diciembre pasado y que irá hasta el 19 de marzo de 2033, titulada “Daniel-Henry Kahnweiler. Marchante y editor”.

La misma cuenta con 170 obras expuestas cronológicamente de artistas como Braque, Leger, Masson, Klee, Gris, Hugué, entre otros, así como con 67 libros, reivindicando la impronta de Kahnweiler, muestra que nuevamente unirá a este grupo de artistas, guiados por el gran mecenas como fue este emprendedor.

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