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Recorriendo Exposiciones GEGO en GUGGENHEIM

por Daniel Benoit Cassou
por Daniel Benoit Cassou

Artista, periodista y escritor

Biografía

Desde no hace mucho tiempo, Estados Unidos está realizando revisiones de sus posturas a la hora de exponer, razón por la cual dan cabida a artistas que por ahí habían quedado postergados como aquellos provenientes de minorías, como lo son fundamentalmente las mujeres y en ese país, los pertenecientes a la raza negra.

Casi todos los museos que se precian de su impronta acorde a estos tiempos, dan cabida a diálogos y análisis en exhibiciones que puedan revelar las conexiones del arte con la igualdad y la justicia.

A modo de ejemplo, el Museo Whitney que hasta los años 70 del siglo pasado rechazó la presencia de las artistas mujeres en sus salas, a pesar de que su fundadora y directora era mujer, Gertrude Vanderbilt Whitney, y que continua al día de hoy dirigido por la bisnieta de Mrs. Whitney, Fiona Donovan, continuan enmendando tal falta.
Es así que desde mayo de 2022 y hasta febrero de 2023 se llevó a acabo la muestra “Los albores de una nueva era: el modernismo estadounidense de principios de siglo XX”, dándole protagonismo a las mujeres que formaron parte de esa corriente y que habían sido desconsideradas.

Dentro de ese mismo esquema, el Museo Guggenheim de New York, está llevando a cabo la primer retrospectiva de la artista venezolana Gego, que a pesar de haber trabajado y expuesto en Estados Unidos durante su carrera, no había tenido aun el reconocimiento debido.

La aprehensión del tiempo siempre ha sido una de las grandes obsesiones de los artistas a lo largo de la historia del arte, como ya lo veíamos en Leonardo da Vinci con su Mona Lisa, donde el artista se acercó a una obra viva, latente y casi en movimiento, como nadie lo ha hecho.
En el caso de Gego, su atención la puso en el espacio, buscando la forma de dibujar en el mismo, de penetrarlo y de sustituir la tela por la dimensión espacial.

Gego (1912-1994) nació en Hamburgo, pero debido a las vicisitudes políticas de su tiempo, así como su vida privada, se vio obligada a cambiar de piel en varias oportunidades hasta descubrirse a si misma.
Una vez por necesidad, como fue el hecho de tener que abandonar su país de origen por la persecución de los judíos, donde le habían quitado su nacionalidad y otras por decisión propia.

Gertrud Goldschmidt se graduó en ingeniería en la Escuela Técnica de Stuttgart en 1938 con mención arquitecto y en 1939 emprende rumbo hacia Venezuela, donde en 1952 obtendrá la nacionalidad de su país de adopción.
Allí conoce a quien será el padre de sus hijos Ernst Gunz y comienza a desarrollar su carrera profesional trabajando para estudios de arquitectos, a la vez que lleva adelante el Taller Gunz dedicado al diseño y la elaboración de muebles y lámparas.

En 1952 se separa de su marido y conoce a quien sera su compañero de vida Gerd Leufert, artista y docente con quien se permitirá dedicarse de lleno a crear obras de arte. Se mudan para la aldea de Tarma, cerca de la costa caribeña de Venezuela donde se tomó una mayor libertad creativa.

Venezuela era en ese momento una de las principales potencias del mundo en virtud de su petróleo.
Ese ámbito de progreso atrajo también la gestación y el desarrollo de artistas relacionados con el arte moderno, fundamentalmente a la abstracción geométrica, por lo cual Gego se encontró con una camarilla de destacados artistas.

Conoció a Alejandro Otero, Jesús Rafael Soto, Carlos Cruz-Diez, todos formados en Europa, quienes vivían el apogeo del arte abstracto geométrico y el arte cinético.
Estos artistas si bien influyeron a Gego, no lograron encasillarla dentro de sus corrientes.
Gego hizo un camino artístico individual y logró que su obra haya sido única y particular.

Sus obras son el resultado de una investigación que va mas allá del ámbito del arte, integrando arquitectura, diseño y pedagogía, donde la línea (aspecto sumamente importante para ella), espacio y volumen se superponen.

Gego creó lo largo de su carrera artística 400 obras, 200 de las cuales están siendo expuestas en el Guggenheim hasta el 10 de setiembre próximo, incluyendo dibujos, pinturas, grabados, textiles y esculturas que es donde mejor se luce.

Este museo, a mi criterio, mas que un espacio expositivo, es una gran escultura habitable.
Lo realizó el arquitecto Frank Lloyd Wright y con su forma de espiral no siempre facilita la exhibición de las obras, puesto no permite el abordaje circular de las piezas.
Sin embargo, en esta oportunidad, y para esta artista, se amolda muy bien, creando un vínculo entre ambas, museo y obras, lo que no sucede con las obras de Sarah Sze (boston, 1969), quien también está exponiendo en los últimos anillos del museo.

La muestra, por cierto muy deseada y esperada, está dividida en distintas épocas creativas de Gego, facilitando la comprensión de su discurso, hasta llegar a la abstracción de su últimas obras. La artista tuvo una larga vida, lo que le permitió la producción de un gran abanico de obras, bajo un carácter evolutivo, siempre detrás de captar el espacio.

El título acertadamente escogido es “Gego: Measuring Infinity” (Midiendo el infinito), una utopía a la vez que muy provocadora a la hora de asimilar su obra, que escogieron sus curadores Pablo León de la Barra, el mexicano muy asiduo por el Río de la Plata y Geaninne Gutiérrez-Guimarães.
La retrospectiva está organizada en forma cronológica y temática distribuidas en cinco anillos del museo.

En las distintas secciones “Primeros trabajos (1953-1960)”, “Líneas paralelas (1957-68)”, “Taller fotografía de Tamarindo y tipologías reciclare (1962-76)”, entre otros, las obras se presentan de forma tal de lograr una comprensión evolutiva de sus obras. Su período mas productivo en cuanto a la popularidad de sus piezas, se produjo entre 1960 y 1970.

Su fructífera carrera la llevó a convertirse en la escultora mas importante de Venezuela del siglo XX, pero mismo así, y debido a las trabas burocráticas impuestas por su país, aun le falta difusión y mayor reconocimiento internacional.

En 1964 Gego comienza a experimentar con el alambre de acero inoxidable sustituyendo la rigidez del hierro que venía usando, liberándose de la colaboración de los herreros. El uso de este material, le permitirá con mayor acierto transmitir la fragilidad, elemento sustancial en su discurso. Todo es, pero también a la vez puede dejar de ser.

Gego persigue su interés por el espacio, la transparencia y las estructuras que le permiten lograr su objetivo a través de piezas tridimensionales.
Fue una adelantada en el concepto del arte inmersivo, creando una ilusión óptica de vibración a medida que se las recorre.

De alguna manera nos recuerda las obras del inglés Henry Moore quien incorporó el espacio vacío dentro de sus esculturas.

Su serie Reticuláreas, es sin lugar a dudas, la mas popular y donde mejor logra transmitir el concepto a la hora de abordar el espacio.
Están consideradas como sus obras maestras.

Son obras etéreas, sutiles y delicadas, tejidos de alambres que logran a su vez lecturas de redes, que el espectador debe de observar desde diferentes ángulos, recorrerlas buscando enfoques distintos, a la vez que prestando atención a las sombras que las mismas generan, que también forman parte de su discurso narrativo.

En ellas, Gego se manifiesta creando redes con aluminio y acero, que parecen flotar en el aire apoderándose del ambiente.
A medida que las hacemos nuestras con la mirada y con nuestros traslados a su alrededor, la obras se apoderan de nosotros y logran movilidad a pesar de su estática permanente, mas allá que algunas son muy sensibles al aire y logran pequeñas vibraciones.

Una pena que no haya experimentado tamaños monumentales donde el espectador podría penetrar como lo hizo Jesús Rafael Soto (Bolívar, 1923-2005) con sus “penetrables”, que permiten con mayor eficacia lograr transmitir el espíritu perseguido por el artista.

En 1960 Gego se distancia del arte cinético de sus colegas. Para ella la línea habita ese su propio espacio y por lo tanto no forma parte de un trabajo en conjunto, sino que es un trabajo en sí mismo. La linea no esta hecha para representar una imagen, sino que la línea misma es la imagen.

Junto con las brasileñas Mira Schendel y Lygia Clark forman una trilogía dedicadas al arte realizado con obras penetrables.

Luego de mas de 100 años del nacimiento de Gego, Estados Unidos, a través de uno de sus principales museos, acoge la obra de una gran artista latinoamericana, contando con el apoyo de sus hijos y nietos, en un “homenaje tardío” como lo definió León de la Barra.

La muestra luego viajará a la sede del museo en Bilbao.

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